domingo, 16 de septiembre de 2012

RETAZOS DE INQUIETUDES INCOMODAS



 POR: PAUSIDES REYES

LA SINFONIA DEL PODER…En múltiples oportunidades el comandante Presidente ha hecho referencia al peligro de la burocratización, el sectarismo, el nepotismo y la corrupción. La iniciativa de las tres erres representa un esfuerzo revisionista  de fundamental  importancia  estratégica porque permite incorporar en la agenda de discusión los vicios que pueden poner en  peligro   cualquier proceso revolucionario; parafraseando a Trotsky diríamos que se trata de hacer la revolución dentro de la revolución. Encarar esos problemas no sólo es imperativamente ético sino políticamente correcto porque permite mantener a raya la sinfonía del poder que ensordece al funcionario y le hace perder la perspectiva transformadora que encarna el proyecto del cual se asume como militante orgánico. La dinámica del funcionamiento del poder político tiende a afianzar, en el funcionario desarmado ideológicamente, la dialéctica del esclavo y el amo,  y termina convirtiendo  “el interés particular por la preservación del cargo que ostenta” en la razón suprema de su existencia vital y a los consejos comunales y las comunas en vulgar clientela a su servicio. De la custodia y preservación del cambur político se pasa al sectarismo que impide el crecimiento intelectual del militante y el afianzamiento de la hegemonía socialista; el sectarismo alimenta la susceptibilidad que empuja a buscar en la incondicionalidad servil a los colaboradores de “confianza” y de allí a la corrupción apenas hay un paso. Si el Presidente insiste una y otra vez sobre estos peligros es porque está convencido  de que la clave de uno de los conflictos fundamentales dentro de este proceso lo encontramos en la guerra que se libra en el terreno de las ideas; entre las ideas que soportan el individualismo y la mezquindad y aquellas que le dan vida a los valores de la dignidad, honestidad y solidaridad. De eso  depende la supervivencia estratégica del proyecto bolivariano emancipador. CANDIDATURITIS Dice un viejo proverbio popular que “no por mucho madrugar amanece más temprano.” La legitimidad de las aspiraciones a cualquier cargo de elección popular en las venideras elecciones regionales no está en discusión en este momento. Las elecciones del siete de octubre son para elegir Presidente de la República Bolivariana de Venezuela y nadie que en su sano juicio político entienda que lo fundamental en esta campaña electoral es garantizar la victoria contundente del comandante Hugo Chávez, puede darse el lujo de distraer los esfuerzos en otra dirección. La querella menuda del portero de la oficina pública con el aspirante a portero de esa misma oficina pública debería erradicarse del imaginario particular del militante si comenzáramos por asimilar con profunda convicción que el propósito emancipador pasa por eliminar esas puertas, las mismas que le impiden la entrada al SOBERANO, con mayúsculas; y hacen inaccesible al rey, con minúsculas.  ENCUESTAS Y TRIUNFALISMO Las encuestas son un instrumento para medir la temperatura política en un momento determinado; sin embargo, es bueno llamar la atención acerca de los riesgos que implica su uso y abuso de manera indiscriminada y ciega. En primer lugar, para las fuerzas de la revolución no es nada recomendable reducir la lucha político-electoral a una guerra de encuestas al infinitum, aun cuando estemos ganando de calle porque ello genera un triunfalismo y por consiguiente la desmovilización de la maquinaria y de los electores chavistas. En segundo lugar no debemos perder de vista que no son pocas las empresas encuestadoras que forman parte de la agenda de la oposición apátrida y están orquestando todo un plan de manipulación de la opinión pública mediante la dosificación paulatina de supuestos sondeos de opinión que buscarán posicionar  en la gente la idea  de una reducción de la brecha que separa la intención del voto entre el candidato de la patria y el candidato del imperio. Lo revolucionario en este momento es encaminar los esfuerzos en función de los diez millones de votos por Chávez.  ACERCA DE LA FRASE REVOLUCIONARIA Si la memoria no me traiciona creo que fue por allá en el año 1918, a propósito de un acalorado debate entre las fuerzas revolucionarias rusas y motivado por el famoso tratado de Brest- Litovsk, que Lenin escribió un artículo con el título que estoy utilizando en préstamo hoy para llamar la atención acerca del combate político a través de los clises y/o las frases supuestamente revolucionarias. Estoy de acuerdo en que este proceso revolucionario no puede ser calco ni copia; sin embargo, si algo debemos rescatar de la vieja escuela del movimiento comunista internacional es el empeño del militante en su formación teórica. No discuto la patochada de la educación dogmática; me preocupa, valga la tautología, la despreocupación por los asuntos teóricos de la revolución. La clásica conseja según la cual “no puede haber practica revolucionaria sin teoría revolucionaria” creo que sigue teniendo plena vigencia; y no es un problema de resabios intelectualoides sino de algo más sustantivo que el embrutecedor pragmatismo: el ser de la nueva sociedad que se aspira construir. Las consignas, el adjetivo que califica tanto al adversario como el aliado y  el slogan que despierta las emociones del colectivo son extraordinarios recursos en las agitaciones políticas, pero no suficientes para los propósitos estratégicos de largo aliento. A veces siento que la pereza mental, tan democratizada como está entre nosotros, pareciera estarle haciendo una mala jugada a la revolución al pretender que el comandante Presidente lo haga todo y desentenderse de sus permanentes llamados, casi suplicas, a contribuir  con el  desarrollo del presupuesto teórico de la revolución.

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